jueves, 5 de mayo de 2016

Adiós, infancia.

El niño quiere ser niño,
mas esto no impide que se le vaya
la infancia
en la llama que sobre una cera ondea
en frente de él.

El niño no quiere dejar de ser niño
quiere existir sin rencores adultos,
improvisarse

Trata de concentrarse en la llama,
la mira con desolados ojos,
ahora lo sabe: no será niño en cuanto la sople,
se le irá de nuevo otro pedazo de puericia.

Le instigan los ecos a desprenderse de ese:
su último fuego.
Intenta por todos los medios que sola se derrita
que apague sus luces el tiempo,
hablaban de las velas
y él solo veía alma abrasándose

Concentrada, quieta, permanece su mirada
ya no es incólume, puro.
Lo siente, ha de soplar.

Dispara su aire y el crimen comete,
ya muerto el infante
el ánimo se le conturba,
ya casi nada queda del niño,
esa cera derretida, destrozada,
lo explica todo.


                                 Feliz cumpleaños, le dicen.

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