jueves, 12 de julio de 2018

Decons-G

Pero, al parecer, eyacular con un dedo metido en el culo no es una opción relevante para los varones heterosexuales. Para ponerte en contexto tienes que entender que para todo mi círculo social mi intención de comerme una polla pasaba completamente desapercibida. Y que yo era un hetero consolidado. Así que me descargué Grindr. Claro, en una ciudad tan pequeña contaba con que algún amigo de hiciera captura del nuevo caramelito que llegaba a la acera. Llegó un punto en que me la sudaba completamente y no tenía ganas de ir contando que es lo que quería meterme en la boca, ¿Acaso se te fuerza a ti a contar ese tipo de cosas? Pero nunca había sido víctima de la presión social implícita que había en el mundo gay y de la cultura que se había desarrollado en torno a aquello. Al final quedé con uno de los chicos que no había incoado la conversación en base a una foto de su pene. Obviamente, sí, después entendí por qué le jodió bastante aquello de pedir ser discreto. La verdad es que era un «yogur azucarado» de veinte años, delgadito, un twink, vaya. Si te digo la verdad, tenía un pollón o, al menos, daba esa sensación, como suele ocurrir en las erecciones de chicos muy delgados. No, eso me daba igual, lo que me carcomía las sienes era el hecho de no saber si debía darle dos besos o la mano. Es lógico que te parezca una gilipollez, pero intenta descifrarlo cuando alguien se te acerque jodidamente seguro de sí mismo mientras bambolea las caderas ora al noroeste, ora al noreste. Y yo con esa cara de mierda que se me queda cuando pienso que todo Dios me está mirando y juzgando, mientras soplo compulsivamente entre las paletas. Él lo notó, joder si lo notó. Gritó: Helloooo!!! ¡Guapísimo! Y me plantó dos besos muy cerca de los labios. Petrificado, sí, yo estaba petrificado. Hasta que me dio un golpe como los que daba El encantador de perros y dijo: Ay, deconstrúyete, chica. Tuvimos una conversación tan profunda que, parafraseando al cómico uruguayo Godoy: “era el tipo de persona que piensas en llevarla a tu casa para que conozca a tus padres, lógicamente, cuando tus padres no están en casa”. No, no vamos a desviar esta conversación hacia el cruising, tan sólo diré que será una práctica residual cuando exista una aceptación real de la homosexualidad y no esta tolerancia paternalista. Por supuesto que acabamos follando, pero tuvo que ver con la profundidad de la conversación. A veces chupar un genital está más relacionado con lamer el otro cerebro que con cualquier atracción corporal. Aunque estaba buenísimo, sí. No creo que las adolescentes quieran tener un amigo gay sino un amigo con pluma. Siempre me ha parecido un fetiche extraño. En cambio, los hombres heterosexuales rehúyen a los hombres afeminados, por una patética cuestión de asociación con lo que no son al ir con quien sí lo es. Puro egocentrismo heterosexual, como suele ocurrir. A lo que iba, por supuesto que acabamos teniendo sexo. No, no, no creo que el sexo anal sea difícil, más bien lleva ancladas ciertas diligencias previas que pueden solventarse eficazmente. Ahora sí que tienes que entender que yo no era quien soy ahora y mis comportamientos radicaban completamente en la construcción heteronormativa de mi persona, algo que era obvio por haber crecido como tal. A lo que quiero llegar es a lo siguiente, cariño: yo tenía el mismo tipo de fragilidad masculina en relación con la introducción de objetos en el ano que tienen la mayoría de los hombres heterosexuales. Pero la verdad es que si te estoy invitando a que lo hagas con tu pareja es porque es una auténtica imbecilidad no degustar la estimulación prostática. Como dice Al: ojalá todos experimentáramos la sensación de corrernos con algo metido en el culo. ¿Qué? ¿Activo o pasivo? Esto no es el chat Terra en 2007, por favor. Así que, yo qué sé, deconstrúyete, chico. Claro que no me parece extraño que hayas pensado en comerte una polla alguna vez.
Sí, ya... Quizás tengas razón en que esta ciudad aún no es tan moderna para entenderlo.