domingo, 6 de diciembre de 2015

Un domingo a las 1 de la Madrugada.

Cansado, con la temperatura elevada del páramo susurrando que me rinda.
Indeciso, feliz por una parte, triste a la vez, aún no se, de ninguno de los dos estados cual es su sentido. Candente como la mañana que moría Beatriz Viterbo según Borges. Inspirado, no, no creo que esté inspirado hermano, me cuesta relatar esto y aquello. Dubitativo, ya no se si es amor lo que siento, o un especial cariño hacia los recuerdos que finalmente he seleccionado de aquel otrora. Melancólico como la música que escucho. Libre como nuestros pensamientos que al final son la propiedad intangible que más valoro. Borracho, como cuando llega el vino de la tierra al jueves noche. Mágico, parecido al realismo latinoamericano, son conversaciones que mantengo con la gente a la que aprecio. Liberado, no, no me repito en libertad, sé lo que digo, liberado de aquella sensación de hace dos años, de hace no se cuantos sueños: donde habitaban el Citalopram y el diazepam, cada mañana y cada noche, donde la necesidad de evadirme era sustancial en cada hora...

No, no quería ser hombre masa, lo reconozco. Pero me equivoqué al ejecutarlo, ¿Quién era? Vaya pregunta, y a veces pensaba que éramos ambos y otras tantas que estaba solo. La inmadurez, amigo, controlando la inseguridad como quisiere, a su libre albedrío, pastando por mi subsconsciente. Sí. Pues claro: somos esto y aquello, somos Aleph en nosotros mismos, cuando callamos, cuando reímos. Cuando nos decepcionamos, cuando decepcionamos nosotros. Somos heridas cicatrizadas, la llegada subsconsciente al punto que ya conocemos tras caminar los decisivos pasos. Somos todo y todos, ¿por qué íbamos a ser nada? Somos constante cambio, somos hijo, primo, hermano, amigo, novia, marido. Espero ser padre. Que sueño de parentesco tan mínimo y acaso no es posiblemente el más grande. Tenía dieciocho y creía saberlo todo, y aquella equivocación, que conveniente. Dos años después me esfuerzo por comprender tan solo el mínimo, aunque no me baste, es el principio. Que bonito es el error, comentaba con mi padre hace un par de tardes, sin él no seríamos nada, absolutamente nada. Como hemos llegado aqui. Los hombres habrán errado y enmendado. Y habrán tenido tiempo de otras muchas cosas... comentaba con mi padre esa misma tarde, que el mundo mismo ha de ser un error. Pues menuda anomalía, Ni un lugar cerca con estas características conocido, que error más bonito, Señor Universo, el que nos ha legado, a lo que ha sobrevivido...

No hay comentarios:

Publicar un comentario