lunes, 12 de noviembre de 2012

El tiempo es nunca.

El tiempo siempre tan relativo se me hizo eterno y allí, en medio de una nada invisible, mi esperanza envejeció.
Nunca supe ni sabré lo que podría haber pasado en esos instantes tan distintos. Nunca conoceré si hice lo correcto. Pero con voz queda, con un pequeño atisbo de tristeza y más bien pocas conjeturas esbozo, quizá con socarronería, quizá intentando ocultar una marea revuelta de intersecciones entre alma y razón un «Adiós para siempre» que curiosamente escapará a la nada. Pues nada terminó por pasar.

“El tiempo de engañar a los hombres se acaba.” — Pedro I. Emperador de Brasil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario