domingo, 27 de marzo de 2016

Fin del Mundo

No va a dar ninguna hora mas. El campanario de la aldea, no va a volver a hacerlo. Un último sonido estrepitoso ha afirmado la cruel realidad. Se ha destrozado desde la base, como toda la aldea, en la que habita furioso fuego mientras él trata de escapar. Ya aparece casi todo calcinado ante su mirada incrédula. Se parece al fin del mundo, pero es solo la aldea, piensa mientras corre con el cuello virado hacia la muerte de sus compañeros. Ya nada puede hacerse, solo corre, sigue diciéndose. Pero sus tobillos, las plantas de los pies, su cuerpo desnudo con el pudor ya olvidado, ennegrecido de ceniza no le ofrece una óptima velocidad. Van a cogerme, piensa ahora, él sabe que está muerto, el aliento de sus agresores ya acaricia su cuello recubierto de ceniza. Exhausto ha tropezado, cae ante un sauce llorón al que abraza como el hijo buscando la materna protección. No implora clemencia, no implora simplemente. Dijo adiós a la esperanza cuando comenzó a correr, pero había que correr, lo asume. Mira a su verdugo, expira, se inmiscuye en la aldea con su última visión. El cañón le mira embravecido. Ahora no es sólo la aldea. Ya no pertenezco ha sido el estertor: Cerró los ojos antes de que la bala hubiera impactado, y con los ojos vueltos y el sabor a hierro de la sangre ya había sido el fin del mundo, habiéndose ido por sus ojos. Y no volviendo jamás.

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