domingo, 7 de febrero de 2016

Divagaciones planas y nada trascendentes de un chico que suele desayunar solo.

Advertí que la negra noche siempre tiene en la altura a la mansa luna. Que la luna era luna, siempre
llena y que la visión que otorga mi mente es siempre ínfima y esto no la hace más menguante a ella y si más mínimo a mí. Pero también consideré, siempre desde una humildad de la que es ya pecado mentarla, que mi pensamiento me formaba a mí, y por ende debía aprender de todo cuanto me rodeaba y de todos. Pensar no es pensamiento, sí el inicio, como parece obviarse.  Redondeé el concepto de pensamiento en base a una definición que con toda probabilidad es mentira, pero sería una atrocidad creer que no tiene parte de verdad. Indiqué para mi mismo que el Pensamiento Propio era una serie de puntos de vista en base a aspectos generales y extrínsecos que se reúnen inflexiblemente con aspectos específicos e intrínsecos. Todos ellos superpuestos y donde no necesariamente unos priman sobre otros. Luego di otro bocado a mi mixta de mantequilla y mermelada y reparé en que un momento a solas puede llegar a ser igual de satisfactorio que una interacción social, o mucho más ¿por qué no? Indagando aún más resolví un misterio que me tuvo en vilo años: Mi soledad atendía a aspectos de necesidad, la imperiosa necesidad de estar acompañado y paradójicamente lo descubrí en un período del día donde mis compañeras eran la manchada y la mixta, a las que les tengo una estima superior, todo ha de ser dicho. Rematé de un bocado la mixta, cada vez más solo, desenvainé el cigarro que acompaña por definición a mi manchada. Soy un poco desastre, he de admitirlo, pero en el noble arte de desayunar a media mañana mi método es  puramente cartesiano. Mi mente suele ser tan activa como veleidosa, es por esto que inexplicablemente acabé pensando como serían aquellas situaciones orgiásticas en honor de Dionisio, mi deidad favorita. Duró poco. Luego volví al concepto del pensamiento y lo fusioné al ente solitario (no único, que somos todos) que yo representaba. ¿No era acaso necesario esa soledad para pensar? Nunca pude saberlo. Llegó un conocido, se sentó y la conversación bifurcó, traspasó el soliloquio silencioso, se hizo dual y por consiguiente sonora y nos condujo a temas terrenales. Mi café se había quedado frío y hasta hoy había olvidado que pensé en todo aquello.



                           ´´La mente del poeta nunca descansa; ni siquiera en sueños``-Jorge Luis Borges.

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