miércoles, 23 de mayo de 2012

Náufrago del sentimiento.

Gritando en voz baja, como podía, yacía postrada en aquella cama en la que finalmente sucumbiría al destino. La mirada se tornaba fría, se me hacía insoportable observar su desvanecimiento. Pensaba, para darme un pequeño ánimo que por lo menos estaría allí cuando todo terminase.

-¿Qué crees que habrá tras esto?-pregunté con la voz cortada y un nudo de lágrimas en la garganta.

-No me creo nada, tan sólo espero que sea sueño y placidez eterna. Pero lo más importante es, ¿Qué harás tú?

-¿Yo? Yo no puedo hacer nada, soy un náufrago.

-¿Un náufrago?

-Un náufrago del sentimiento. Tu te vas, a mi ya no me queda nada, éramos tu y yo.

-Pero para tí aún hay camino libre.

-Eso es erróneo, nuestra relación, tal y como está, siendo en este momento una conversación fría, pero cargada de amor, explica perfectamente que nuestra relación nos ha hecho uno, formado por dos. Otro, sin embargo, podría haberse asustado examinando lo que podía claudicar el destino. Te hubiera abandonado. Para mí eso ha sido imposible, porque me siento incapaz de abandonarme a mi mismo o a algo que forme parte de mi, no en cuerpo, sino en espíritu. Por lo tanto, si mueres, muere parte de mí. Parte de mis sentimientos naufragarían en el vacío de mi ser y todo de lo que me alegro en este espacio de tiempo al que llamamos vida, estaría hundido en tu muerte.

Su mano constriñó la mía, en un último soplo de vida. En realidad el óbito se había producido unos minutos antes, su rostro era ya inexpresivo. Sólo me queda el consuelo de que murió en mis brazos.

Cómo dijo Joaquín Sabina: "Porque el amor cuando no muere mata; porque amores que matan, nunca mueren."

No hay comentarios:

Publicar un comentario