domingo, 29 de enero de 2012

Ella y nadie mas.

Aquel día mi alcoba no se encontraba tan cálida como antaño, el Siglo XVII ya parecía caer sobre nosotros, ella, recostada sobre mi almohada me miraba con deseo, sabiendo que era la ultima vez que pasaría a mis aposentos. La besé en el cuello, se dio la vuelta y me miró frente a frente.
-¿Y qué pasará ahora? -dijo esperando una lógica respuesta, que yo no podía proporcionarle.
-No tengo idea, amor, de lo que nos deparará el destino, tu marchas ahora hacia Austria, pero yo me quedaré en Francia intentando conversar con el universo.

Vi como marchaba, su silueta se fundió con el horizonte, y yo, roto y sin inspiración tras su marcha, intentaré plasmar, durante el tiempo que esta enfermedad que es el amor me permita, todo momento que pasó bajo mi techo, rodeada por mis brazos. Aquí en mi cama, se queda el olor de su pelo, el perfume que tanto deseaba recordar cada vez que marchaba, se queda su figura, en el recuerdo, que se irá borrando poco a poco con el tiempo en mi mente. Mi corazón, partido en trozos que me pinchaban el alma, entró en una gesta contra la razón, que me pedía olvidarle, pero sabía que eso iba a ser imposible. Ella era la eternidad que impregnaba mi alcoba. La amante de mi cama. Yo, Jean-Luc, primo lejano de Luis XIII, había congeniado con una simple doncella de la casa de Austria, pero su belleza no entendía de nobleza, ella llegó casta a mi palacete, pero lo que contará mi pluma, enseñara que la pasión que tantas veces aquí se derrocho la hizo mujer, mi nujer. Intentaré, aquí, explicar todas las situaciones que algún día pasaron en estas cuatro paredes.


                           Siempre la querré, pues ella era la luz entre la neblina de la vida.

2 comentarios:

  1. Tal vez quieras aceptar un par de "correcciones"

    ...se dio la *vuelta* y me miró... -línea 3-

    ....que algún día pasaron *entre* estas... -final-

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